Esta vez escribiré sobre un tema bastante delicado, el suicidio, un tema que nos ha tocado vivir en nuestra comunidad en dos oportunidades, con casi exactamente 10 años de diferencia, si no me equivoco el primero fue el año 2001 y ahora en el 2011.
Hablar abiertamente del suicidio en estos momentos, tiene como único objeto ayudar, ayudar al que ha pensado en el suicidio como salida, ayudar a los que lo han intentado fallidamente, ayudar a la familia y a todos nosotros los sobrevivientes, los que quedamos vivos y que nos debatimos entre la incredulidad de lo ocurrido y un conjunto de sentimientos que nos embargan con el firme propósito a que no nos vuelva a ocurrir si lo podemos evitar.
El suicidio, no es una decisión puramente intelectual, sino un complejo impulso desesperado – frecuentemente disfrazado de racionalidad, proveniente de una psicología alterada o enferma, particularmente de una afectividad y autoestima lastimada – que interpone entre la persona y su crisis el abismo de la muerte como solución liberadora; así lo indican los escritores Mateo Bautista y Marcelo Correa en su libro “Relación de ayuda ante el suicidio”. En cambio indican que el intento de suicidio es el resultado de un fuerte deseo de poner punto final a una situación permanente o repentinamente traumática, compleja o angustiosa; a su vez encierra un grito a auxilio en busca de ayuda. Un acto como este no debe tomarse a la ligera y connota una atención especializada inmediata.
Según el libro indicado del tomaré textualmente lo que a continuación detallo y considero totalmente cierto, es común que ante la amenaza de suicidio de una persona alguien, como un amigo, un vecino o un familiar, intente hacer algo por esta persona. He aquí algunas sugerencias que deben practicarse ajustándose a cada caso particular:
Lo que se sugiere para ayudar es:
a) Establecer relación y comunicación abierta.
b) No esquivar el problema.
c) No dejar nunca sola a la persona.
d) Reafirmar su identidad.
e) Confirmar que hay otros que la quieren y desean ayudarla.
f) Demostrar que a usted le importa su persona.
g) Ayudarla a corregir el problema que originó la crisis.
h) Alentarla a una acción positiva.
i) Con prudencia comunicarse con alguien que pueda ayudar.
j) Implicar a la familia y amigos, siempre que sean contenedores.
k) Aconsejar ayuda profesional
Pero si eres tú, la persona que sufre:
1) Piensa, si debes superar en tu vida un sufrimiento, tendrás que darle tiempo a tu corazón y a tu mente por más que te encuentres aturdido, confundido y solo.
2) Aprende a identificar tus sentimientos (vacío, bronca, miedo, tristeza, ira, etc) para ser dueño de ellos y saber encauzarlos.
3) Expresa adecuadamente tus sentimientos, no los reprimas. Busca una persona capacitada que pueda contener tus estados de ánimo, te hará sentir mejor.
4) Fíjate y piensa en todo lo que hay de verdadero, noble, justo, limpio, hermoso y honrado en tu vida y en la de los demás. Este ejercicio da mucha paz y serenidad al corazón.
5) Obsérvate a ti mismo, afronta tu verdad, no te escapes de ti mismo, porque es la acción más sana para superar la adversidad.
6) Si estas tentado de suicidarte o dejarte morir, busca apoyo, anímate a comentárselo a un profesional de la salud, sacerdote o amigo.
7) Busca estar en lugares iluminados, abiertos, al aire libre o en ambientes relajados. Donde entra el sol, entra la vida.
8) Toma pequeñas decisiones positivas. Te ayudarán a encontrar tu camino. La vida pertenece a quienes la abrazan y aman, no a quienes la evitan.
9) Tu sufrimiento es un gran maestro al que debes escuchar y del que has de aprender.
10) Cuando puedas recordar las vivencias difíciles como parte de tu pasado, sin que te afecte, y puedas obtener de ellas un mensaje de sabiduría que enriquezca tu presente, habrás superado ya tu crisis.
11) Toma de la mano a Jesús, tu gran amigo, el que nunca falla, el que siempre está contigo, háblale, rézale, pídele, haz su voluntad y encontrarás en él la fuerza necesaria así como la sabiduría para afrontar y superar ese sufrimiento que tanto agobia tu mente y tu corazón.
En tu angustia, depresión, impotencia, reniego de la humanidad y falta de sentido, acuérdate de Jesús que en su “Getsemaní” se sintió amado por el Padre. Como él, quiérete en tu sufrimiento, déjate querer. Dios siempre está a tu lado. Pide ayuda a los tuyos que te aman. Busca su compañía, expresa tus sentimientos. Haz acciones positivas.
Antes que nada, acéptate a ti mismo como eres. Así Dios te ama eternamente, sin límites, y tiene hermosos planes para tu vida.
Si ves que los tuyos también “se duermen”, busca otros buenos samaritanos dispuestos a escucharte y ayudarte. Hazte dueño de tu sufrimiento, vive tus crisis, acepta tus preguntas sin respuestas, pero no permitas que estas te hagan vivir mal y te superen.
Recuerda que cada día se te regala el sol y que de Getsemaní también se sale, como Jesús salió.
Acompañando a la familia y amigos después de la tragedia
El suicidio de un ser querido es una tragedia devastadora que deja despedazada la vida de los sobrevivientes y produce un duelo muy traumatizante. Este reviste connotaciones muy peculiares ya que se aúnan sentimientos de tristeza, pérdida, frustración, confusión, traición, culpa, bronca…..
Es un duelo que necesita recibir mucha comprensión y sabia ayuda, sin desdeñar la acción profesional, si fuese necesario. Pero nosotros como una gran familia que ha enlutado el corazón por segunda oportunidad y que nos hace llamar a la reflexión, podemos ayudar a los familiares y amigos en el duelo por el suicidio sugiriendo lo que recomienda los autores del libro antes mencionado con estos siguiente 15 pasos:
1) Aceptar lo inevitable.
2) Superar el sentimiento de traición.
3) Serenar la culpa.
4) Intentar reponerse.
5) Vivir con preguntas sin respuestas.
6) Permitirse un tiempo inicial para los malos recuerdos.
7) Encajar una muerte sin “adios”.
8) Reconocer los sentimientos de bronca.
9) Aceptar la soledad.
10) Obtener fuerza de nuestros recursos espirituales.
11) Reconstruir la autoestima
12) Ser paciente con uno mismo.
13) Acudir a un amplia red de apoyos sociales.
14) Darse en solidaridad.
15) Volver a ser felices.
El suicidio de alguien deja profundas llegas. Pero no hay vuelta atrás, no se puede cambiar lo que ya ha sucedido. Sin embargo, si se puede cambiar la forma de ver las cosas, pasando de la tristeza al optimismo y de la muerte a la vida.
Aquellos que hayan experimentado el suicidio de un ser querido deben aprender a sanear su culpa por lo sucedido y asumir tan solo la responsabilidad de seguir viviendo, de fortalecerse y salir adelante.
Se puede emerger del dolor a través de la valoración de la solidaridad hacia los demás, tomando conciencia de la hermosura y la fragilidad de la vida. Sobre todo, se puede ver la vida no tanto como un problema que hay que resolver sino como un misterio que hay que descubrir día a día.
Así que el mejor regalo de nosotros a quien se nos murió: es que seamos felices, y el más grande acto de amor hacia él: es rezar por su alma.
Referencia Bibliográfica:
Mateo Bautista y Marcelo Correa en su libro titulado: Relación de ayuda ante el suicidio Editado por Editorial San Pablo.
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